La Conjura de los Links
En uno de sus monólogos Dave Chapelle dice algo curioso sobre porqué los hombres suelen ir a sitos con mujeres desnudas, “los hombres no saben como entablar relaciones, no saben cómo hacerlo”. Creo que aquello es verdad, y no lo afirmo como una forma de justificación, sino como un preocupante asunto sobre qué tan incapacitados estamos para entablar una relación. Una porción de la humanidad no sabe conseguir sexo, así que paga por él. Una porción enorme no sabe cómo satisfacer sexualmente a otra persona, entonces consumen porno. El cuerpo es un tabú tan grande y algo que negamos a tener en la cotidianidad, entonces vamos a beber a sitios oscuros donde mujeres desnudas y complacientes nos invitan a beber más. Todo este asunto quizá no hablé en sí mismo del deseo y el placer, sino de lo absolutamente rota que está nuestra capacidad personal. Si no encontramos placer, pagamos por este. Si no encontramos amor, gamos por esto. Si nadie nos escucha, pagamos para que se nos escuche. Me agrada OnlyFans, lo he dicho varias veces, pero es frustrante que cualquier tipo de interacción en la plataforma este mediada por el dinero. Quisieras tener amigos o amigas con intereses afines allí, pero no es un lugar hecho para afianzar relaciones, sino clientes. Sin embargo, esta solo es la parte sexual de los demás tipos de relaciones que se establecen hoy en día mediadas por el dinero: Youtubers y Patreon, pagas para poder conversar o pertenecer a una determinada comunidad. Suscripciones a Twitch, comunidades en Discord, blogs en Médium e incluso Substack funcionan de la misma forma (este un formato de subscripción de newsletter, es básicamente una carta o un mail personal dirigido a más de una persona que puede ser contestado, compartido y comentado). Escapando en la idea, todos estamos tan rotos que las relaciones interpersonales (afectivas, sexoafectivas y de amistad, incluso aquella donde solo existen intereses afines) están mediadas por el dinero. Así que sobre esto es lo que he meditado hoy, en la posibilidad de una distopía en la que nuestro círculo cercano es aquel por el cual podamos pagar. Apropósito, a día de hoy no podría pagar por ninguno.
Esta semana publiqué en el blog un breve comentario al libro de Fernanda Melchor, “Temporada de Huracanes” (Random House, 2017). Más que hablar de la historia del libro, dedico las pocas líneas a identificar la forma en qué Melchor usa el flujo de conciencia. Algo que he querido llamar, “flujo de conciencia colectivo (o polifónico)”. Dados los valores que noto en la obra, que son muchos en términos narrativos y estrictamente desde el punto de vista del estilo. Quizá hace un año, en una mesa con diferentes personas, expuse aquel mismo pensamiento. Allí me hicieron saber que el libro de Melchor es tan suyo como de sus editores. Esto, claro, es solo un rumor. Lo creí en la medida en que intenté leer otros libros suyos; carecen de todo un poco, no parecen la misma autora. Esto es solo especulación, y fuera de esta debo decir que sólo por cómo está escrita la novela ya merece estar en algún lugar entre los autores que han llevado al limite las formas de la ficción latinoamericana.
Crecí en la ciudad de Cali, y hace meses la biblioteca Centenario ubicada allí me invitó para hablar de autores que hubieran desarrollado su obra en la ciudad. Hablé de Esther Arango, Gregorio Sánchez y Hernán Hoyos escritores en tres momentos diferentes del siglo XX en la ciudad y que la retrataron desde muy diferentes ángulos. Recogí aquello en un texto que también publiqué en el blog.
Finalmente, en el OnlyFanzine deje un obituario que hice en honor a Ismael Rivera, el sonero mayor. Él murió el 13 de mayo de 1987, pero su obituario lo escribí hace tres días recordándolo. También lo puse en Instagram.
Un abrazo.