¿Por qué cuando una persona desbloquea la pantalla del celular lo primero que ve es una notificación acerca de un hecho en el mundo descrito de manera sesgada o falsa? Hace semanas cuestioné por qué la crónica de guerra parece estar tan en desuso, el mundo está lleno de conflictos armados; la literatura está llena de conflictos narrados desde todos los ángulos. ¿Por qué los medios se empeñan en construir narrativas que contradicen a los hechos? O ¿es esta visión la que proviene del sesgo y por lo tanto derivará en la mentira? Una persona se levantó en medio de una conferencia en la que participaban los editores de medios, este hombre preguntó acerca del gasoducto Nord Stream 2 que, al parecer, estalló Estados Unidos, según lo escribió Seymor Herch. Fue echado a patadas, incluso cuando la conferencia era sobre la libertad de expresión y censura. La narrativa es otro actor de la guerra, ya no existe la información; toda son formas de gestionar el mundo. ¿Alguna vez estuvimos informados? La conexión convirtió al mundo en una mentira, una ficción elaborada desde la cabeza de un frustrado escritor. El mundo no es más que una ficción especulativa distribuida en internet. Hace unas semanas debí escribir a un astrónomo para preguntarle qué rayos era la “frecuencia Schumman”. Las redes rebosaban de mística y horror. Estaba saturado en el espacio que habito dentro del algoritmo: predicadores, miembros de una sola secta vociferando el fin del mundo. Así cada vez, con cada tema. No es la necesidad de opinar, es la necesidad de ser alguien, de pertenecer a algo. De servir a la verdad, cualquiera que esta sea, y que no necesariamente se basa en hechos comprobables. Todos estamos tan aburridos, y el mundo es tan violento que las guerras y masacres sólo son tópicos para para rascar algo de atención. Estamos aburridos, sin duda. Aburridos y desempleados. Como lo estaba cada joven en la historia de la humanidad que terminó enlistándose a un grupo armado. Esta es una obviedad que por mucho tiempo perteneció a las facultades universitarias y analistas marxistas, pero que hoy se convirtió de dominio público, incluso de sectores de derecha. Su función no es la de alentar una crítica sobre la forma cómo entendemos el mundo. Esta verdad funciona como eje para sustentar y validar cualquier tipo de radicalismo. Todos lo sabemos ahora: los medios mienten, tienen un sesgo y cumplen una agenda. Ninguna noticia en el mundo está hecha para informar, todo lo contrario. Los medios y las redes no son medios de comunicación, son actores de la guerra. Disparan cada vez que pueden, ¿cuántas veces fui impactado en la psique? Esto aquí para comprobarlo, porque moribundo me arrastré en busca de ayuda y al no encontrarla yo mismo debí atender mis heridas. Acabo de pasar por las páginas de Vollmann con la esperanza de encontrar una guía para elaborar este relato. Pero soy tentado a usar la primera persona, porque soy yo ahora quien se pone tras la mira y son mis ojos los que apuntan, soy yo quien elige la dirección y es mi mano la que escribe. Soy invisible en tanto no me escuches, pero una vez lo hagas no hay manera de que no sepas que soy yo quien esta aquí. Amé el periodismo por mucho tiempo, también a la literatura. Encuentro en ambas la misma ética, la de crear una historia verosímil sin importar los hechos. Verdadero no es lo mismo que verosímil, aunque para el uso de este relato van a ser exactamente lo mismo. Créeme, lo será. Porque fue recién cuando un dron impactó sobre edificios en Moscú que se filtró la llamada al 911 del avistamiento de un extraterrestre. De la misma forma que cuando se publicó el exhaustivo informe sobre la explosión del gasoducto Nord Stream 2 un número indeterminados de globos espías fueron vistos por todas partes del mundo. ¿Quién espiaba? China, los extraterrestres, Estados Unidos, los masones; cada medio tenía su propia teoría y elaboraron extensos informes que no llegaron a ningún lado. Aunque atraparon a la audiencia, como lo haría el mejor guionista de HBO. De la misma forma que cinco millonarios ahogados en su visita al Titanic, entrevistas a James Cameron y un conteo regresivo sobre la cantidad de oxigeno en el sumergible sucedió al mismo tiempo en que se daba una sentencia paupérrima a Hunter Biden, el hijo de Biden, ese presidente cuyo enemigo mortal, después de la china comunista y Rusia, son las escaleras. Anoche escribí a mis amigos sobre el hackeo de la televisión rusa y el llamamiento a la desobediencia civil y militar contra Putin. Los titulares y los comentarios en la prensa se escribieron rápido, casi como si lo esperaran o lo tuvieran preparado. Al otro lado de la noticia, un desbalance por 6.2 billones de dólares del pentágono. Es demasiado dinero para un error de cálculo, un hecho demasiado cercano a una revuelta militar. Y, diviértete, todo parece indicar que fue un dinero desfalcado porque apenas este se transfirió, el grupo Wagner se echó para atrás, y entonces vino la contra ofensiva rusa. Ataques a centros de armas, convoyes militares, ofensiva en ciudades fronterizas y desplazamiento de las fuerzas armadas. Desde que comenzó este conflicto a este lado del mundo se describe al Kremlin como un lugar de caos e incertidumbre. Lo hacen mientras la inflación y los zombis aumentan en Estados Unidos. Se dice esto mientras hay protestas en las calles de Francia y la policía masacra a las personas en los países de Latinoamérica. Lo dicen mientras me despiden del trabajo. Lo dicen mientras un niño es atropellado en la calle por idiotas que cumplen un reto viral. Lo dicen para ordenar el mundo: los buenos ganan, el resto de las tragedias son culpa de Dios. Así que esta es mi crónica de guerra, mi camino para conquistar el arte que cultivaron aquellos que admiro. La guerra no es sólo un hecho trágico en el mundo, es también la mejor excusa para escribir. No hay que pensar en la muerte de ningún personaje, la narración se regodea en la muerte hasta encontrar al sobreviviente. Este es el giro de la trama, no al contrario como en el resto de las ficciones. Y quien ha sobrevivido hasta este momento es aquel que pasa sus ojos por estas palabras, y aquel que las escribe. Testigos del agotamiento de toda verdad, hasta que el designio de Dios así lo determine.
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